Sabado noche. (alentando al impresentable)

Sábado noche, todos están de fiesta. Derrochando los cuatro chavos que han ganado en el mercado en wisky de garrafón, en el garito de un maricón en su segunda acepción, que vende alcohol a discrección a los menores de Alcorcón.
Que colocón de licor, las tías se quitan las camisetas húmedas de sudor, y algunas, con todo su pedo, hasta el sujetador. Con tanto baile-bote no paran quietas las tetas en su aparato contenedor. Quizá hoy alguno vea un pezón de refilón y piense: «por lo menos hoy no he perdido el día».
Un tío canijo con ropas de pijo y pose de maniquí vende drogas ilegales a mares a los cuatro gilipoyas que no paran de hacer la noria, el cutre-baile.
Al «diyei» le va la roca, se hace una rallita mientras pincha con la aguja en la otra mano un disco rayado en uno de sus platos «Tecnics-guapos».
El flash blanco atraviesa el humo y todo se ve ralentizado con su insistente parpadeo acelerado.
En los lavavos no hay agua en los grifos. Un colgado bebe de la taza con las manos. Está desencajado. Los colegas se le acercan, se estan descojonando.
La cola del lavavo de las tías llega hasta la barra. Es más que un atasco. Aprietan las nalgas, ya no se aguantan, se mean por la pata abajo.
El camarero tiene ojeras, también le hace falta una raya. Pone cara de lelo cuando atiende a las guapas, y cara de Mortadelo cuando atiende a otros lelos.
Cinco niñatos desesperados se agolpan en tropel en la barra. Muestran su entrada y el tendero les pone una consumición por barba.
Con las copas en la mano y la cara brava revisan el ganado de uno al otro lado.
Uno a babear ha empezado, se la pone dura una de al lado. Bebe un trago largo del brebaje que le han dado.
Como un Miura sale escopetado. La pivita lo huele con su instinto de fulana y se dice: «Este se invita». La tía se salía. Como sus pechos operados; como sus pestañas y sus uñas, era un engaño. El chaval ya se ha acercado y le enseña una papelina que tiene en la mano, disimulando. La chica se excita de cabo a rabo y salen del lúgubre antro.
Allí se quedan los cuatro alelados, sin esperarse que el desenlace se consumase en un periquete.
Pobres ignorantes, sólo van de cócteles azucarados en un mundo que ha cambiado.
Prima la miradita de los ojos chispeantes que se encuentran y conectan nada más mirarse. Ojos que se comen lo que ven, pero no oyen entre tanto jaleo y confusión en el ambiente. Van siempre de pedo, de pastillas o de coca; eso es lo que mola.
Van a ponerse, lo que sea, menos el mundo por montera. Escuchan la Loca, pasan del telediario, de los trajes horteras, del calendario, del aprender y de sus padres porque los ven a diario. Quieren sexo a mogollón y pasta en la cartera, además de un buga-tunning molón con condones en la guantera que os funda en la carretera.
Esta es la situación, una sencilla descripción. No os lleveis las manos a la cabeza. La vida es un palo cabrón que siempre nos arrea cuando menos te lo esperas.

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