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Mis grandes momentos son pequeños.

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Solo en los pequeños momentos es posible descubrir la magia de un parpadeo o sentir la corriente de un escalofrío cruzándote la espalda mientras te fundes en un abrazo invencible.

Solo en los pequeños momentos podemos apreciar la rugosa suavidad de una caricia, la humedad latiente de un beso, la verdad que refleja el brillo dorado del sol en sus ojos, y hasta como se sincronizan los latidos para parecer uno solo.

Y yo estuve atento, y me enriquecí con esos pequeños momentos, pedacitos de cielo.

Entre mi niña y la niña de sus ojos quedaron los abrazos que todo lo aúnan, las sonrisas que llegaban de un lado al otro del horizonte, los infinitos besos compartiendo el mismo aire y esa vaporosa sensación de flotar sin moverse del asiento.

Quedaron insinuados esos largos asomos a los abismos de nuestros ojos, esos momentos en que no se decía nada y se entendía todo, esa casual voluntad de decir a la vez la misma cosa y ese darse cuenta de que te das cuenta de que has caído en la cuenta.

Se quedó lo pequeño, porque es lo que se cuela hasta lo profundo de nosotros mismos, bajo esa espesa capa de humanidad con la que tanto nos empeñamos en identificar con los grandes momentos.

Sólo deseo saber.

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—¿Por qué, Juan, por qué? —preguntaba su madre—. ¿Por qué te resulta tan difícil ser como el resto de la Bandada, Juan? ¿Por qué no dejas los vuelos rasantes a los pelícanos y a los albatros? ¿Por qué no comes? ¡Hijo, ya no eres más que hueso y plumas!

—No me importa ser hueso y plumas, mamá. Sólo pretendo saber qué puedo hacer en el aire y qué no. Nada más. Sólo deseo saberlo.

Juan Salvador Gaviota.

Jugando

He aprendido a jugar, sigo sin ser el que era, las reglas siguen siendo las mismas, pero para mí son nuevas.

Ahora el sol sale por donde tiene que salir, las estaciones llegan cuando llegan y yo solo tengo que vivir.

Pasó el tiempo de la cosecha, ahora toca parar y escuchar el rumor de los rios desde las cimas.

Ya no bajo, ya no camino por los senderos que transcurren por los valles. Miro los bosques de lejos, ya no me confunden los árboles.

Solo quiero ser, solo quiero estar aquí, no quiero volver porque, aunque quisiera, no podría. Ya no ando con los pies, ya no pido por la boca, mis ojos ya no miran, solo ven.

Ya no hay ecos que regresen, ya no tienen nada en lo que rebotar, las formas se pierden para encontrar un mar donde naufragar.

Mientras espero al sol.

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Me gusta esperar al sol

Sentir como su caricia va acrecentando la temperatura de mi tibia piel a medida que se eleva en el cielo dejando atrás el horizonte

Me gusta esperar al sol

Descubrir paulatinamente como el negro telón se retira para dar paso al colorido espectáculo que la vida hoy va a ofrecerte

Me gusta esperar al sol

Esperarlo con la persiana subida y acurrucado en mi cama dejarme inerte mientras sus luminosos brazos me acarician a través de la ventana transparente

Me gusta esperar al sol

Cerrar los ojos y mirarle de frente para sentir que mis pupilas se llenan de luz caliente y mi mente aquietada descansa sumergida a salvo de la cambiante corriente

Me gusta esperar al sol

Otro día hablaremos de la luna.

Eu.