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Y uno aprehende de Borges.

Pasan los años y al mirar atrás uno ve lo que era desde lo que ahora es, y saltan a la vista las diferencias, sin tapujos, afirmándose ruidosas.
Y es entonces cuando uno aprende la sutil diferencia entre vivir muerto o morir en vida para después renacer, sublime metamorfosis del alma humana, cual ser alado, preparado para elevarse por encima de las cabezas de los mortales.
Y uno aprende que la soledad ha de bastar como compañera, que la seguridad sólo depende ahora de unas frágiles alas para sostenernos.
Y uno empieza a aprender…
Que el amor es para darlo y darse es el regalo más sublime que puede ofrecerse.
Y uno aprende que la morada ideal se construye en el ahora, que es vano el ayer y vacío el mañana; que así los excesos y los defectos se mantienen quietos; que sólo así podemos vivir inmersos en construir la verdadera vida, la nuestra propia, no la de otros, como hasta ahora.
Y al final uno aprende a soportarse a sí mismo, a vivir en paz y en armonía interna, y a regalar esa armonía que brota como infinito manantial de nuestro ser más íntimo y personal, ese que cada día aprehende, ese que aprehende cada día.

Y UNO APRENDE…

Después de un tiempo,
uno aprende la sutil diferencia
entre sostener una mano
y encadenar un alma,

y uno aprende
que el amor no significa acostarse
y una compañia no significa seguridad
y uno empieza a aprender…

Que los besos no son contratos
y los regalos no son promesas
y uno empieza a aceptar sus derrotas
con la cabeza alta y los ojos abiertos

y uno aprende a construir
todos sus caminos en el hoy,
porque el terreno de mañana
es demasiado inseguro para planes…
y los futuros tienen una forma
de caerse en la mitad.

Y después de un tiempo
uno aprende que si es demasiado,
hasta el calorcito del sol quema.

Así que uno planta su propio jardín
y decora su propia alma,
en lugar de esperar a que alguien le traiga flores.

y uno aprende que
realmente puede aguantar,
que uno realmente es fuerte,
que uno realmente vale,
y uno aprende y aprende…
y con cada día uno aprende.

FIN

Jorge Luis Borges