Desde que ando todos los días entre la gente y veo lo que hacen y cómo se afanan, estoy mucho mejor conmigo mismo.
Sentimos muchas veces que nos falta algo y que lo que precisamente parece faltarnos a menudo parece que lo tiene otro, al cual entonces le atribuímos todo lo que tenemos, además de una cierta facilidad ideal. Con eso queda perfecto ese ser feliz, que no es sino nuestra propia creación.
No hay en el mundo una alegría auténticamente tan cálida como abrirse y franquearse con alguien.
A diario noto que tontería es medir a los demás por uno mismo. Y como tengo tanto que hacer conmigo mismo, y este corazón está tan tormentoso… ay, de buena fe dejo ir a los demás por su camino, con tal que me dejen ir por el mío.
La calma del espíritu es una cosa espléndida, como la alegría por uno mismo, […], lástima que esta alhaja sea tan frágil como bella y preciosa.
Lo que yo sé, lo puede saber cualquiera: mi corazón lo tengo yo solamente.
Sí, no soy más que un caminante, un peregrino en la tierra. Pero ¿vosotros sois algo más?
Todas las personas se engañan en sus esperanzas, en sus expectaciones.
Como se hace girar una mano, así cambio yo.
Algunas veces no comprendo cómo ella puede amar a otro, cómo le es posible, cuando solamente yo la quiero a ella de una manera tan íntima, tan entera, y no conozco orta cosa, no sé nada, no tengo más que a ella.
Ay, el amor, el gozo, el calor y la delicia que yo no procuro, no me lo dará la otra persona, y con todo un corazón lleno de ventura no dejaré felicidad a otra persona si está ante mí fría y sin vigor.
Perezca el hombre sin compasión que se burla de un enfermo que viaja a las más lejanas fuentes, que acrecentarán su enfermedad y harán más dolorosa su vida; el que se eleva sobre su corazón oprimido, y, para librarse de su conciencia devoradora y acabar con los padecimientos de su alma, emprende una peregrinación hacia la Tierra Santa. Cada paso que avanzan sus pies por el camino sin abrir es una gota de alivio para su alma angustiada, y con cada día que tarda en el viaje, su corazón se somete con más facilidad a muchas opresiones… y ¿hay que llamar a esto locura: vosotros, los tratantes de palabras en vuestras butacas?.
¡Qué es el hombre, este semidios tan alabado!. ¿No le fallan precisamente las fuerzas cuando le hacen más falta?. Y cuando salta de gozo o se hunde de dolor, ¿no se ve detenido en ambas cosas y devuelto a su conciencia muda y fría, precisamente cuando anhelaba perderse en la abundancia de lo infinito?.